Si fuera un país, por su población la Gran República de Veracruz ocuparía el lugar 17 entre los 35 países del hemisferio. Los recursos del suelo y del subsuelo hacen de nuestra tierra un enclave estratégico. No menos envidiables resultan los 745 kilómetros de litoral que poseemos, casi el 30% de la costa del Golfo de México. Entonces: ¿En qué momento se jodió Veracruz? Podríamos preguntar, a la manera de Vargas Llosa, el novelista. La respuesta es conocida: a lo largo de siglos de saqueo y expoliación primero, y luego a través de voraces sexenios priístas y un tan fugaz como rapaz gobierno panista.
Los indicadores no son halagüeños: El tejido social se encuentra debilitado y la desconfianza en las instituciones de procuración de justicia es mayúscula tras gobiernos truculentos como los de Javier Duarte y Miguel Ángel Yunes. De sus 212 municipios, 73 presentan un rezago social alto o muy alto, y 127 de ellos presentan marginación en el mismo grado. Fuimos el cuarto lugar en pobreza a nivel nacional en 2018. Según datos del Gobierno del Estado, casi la mitad de la población presenta algún grado de inseguridad alimentaria, mientras que la Población Económicamente Activa (PEA) es de apenas la mitad de las personas en edad de trabajar. En medio de la pandemia por COVID-19, sabemos que las enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes mellitus y la insuficiencia renal, son las principales causas de muerte de nuestros paisanos.
Somos el tercer estado con mayor número de personas sin concluir la educación básica y prácticamente la mitad de los alumnos de primaria obtienen resultados insuficientes en Lenguaje y Comunicación mientras que la falta de comprensión en Matemáticas está por arriba del 60%. Veracruz tiene, desde 2016, dos alertas de género y se ubica entre los últimos cinco lugares de empoderamiento de la mujer. La carencia de acceso a los servicios básicos en la vivienda es del 42% mientras que no existen políticas públicas para mitigar los gases de efecto invernadero. La brecha de la desigualdad es enorme, por no hablar de la falta de aprovechamiento del bono demográfico que presumía México a principios de este siglo.
En 2015, 193 países suscribieron la Agenda 2030, un plan de acción para erradicar la pobreza, proteger al planeta y asegurar la prosperidad de la población mundial sin hipotecar el futuro de las próximas generaciones. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) tienen como pilares a la sostenibilidad, la resiliencia y el cuidado del medio ambiente. El 26 de agosto de 2020, el gobierno estatal presentó la “Agenda 2030 Veracruz: Ruta de Implementación”; con ello el Estado es uno de los apenas nueve en el país que ha incorporado los ODS a sus instrumentos. Por su parte, el Congreso del Estado es uno de los apenas cuatro en el país con un mecanismo legislativo en la materia y una comisión especial para el seguimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Vamos bien, pero el camino es largo y los desafíos enormes.
Si bien es importante priorizar la atención de objetivos directos, sería deseable que Veracruz adopte todos los objetivos como compromisos ineludibles. La gestión sostenible del agua y su saneamiento no solo es tarea de todos, sino una cuestión urgente en ciudades como Xalapa; el desarrollo de energías asequibles, sostenibles y modernas pasa por aprovechar la Agencia Veracruzana de Energía; mientras que la reducción de la desigualdad en los países, –que pudiera parecer una asignatura federal– supone concebir al mundo como una aldea interconectada de la que no podemos sustraer a Veracruz si queremos establecer prósperas relaciones económicas, industriales y de inversión extranjera en los años venideros.
Tenemos además que garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles, al tiempo que atendemos los demás objetivos asumidos: fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, trabajo decente y crecimiento económico, industria, innovación e infraestructura, ciudades y comunidades sostenibles, acción por el clima, vida de ecosistemas terrestres, paz, justicia e instituciones sólidas y alianzas para lograr los objetivos enunciados.
Es oportuno recordar que los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), suscritos en el año 2000, tenían como horizonte final el 2015. Pocos países han alcanzado las metas trazadas hace veinte años, pero los ODM señalaron un itinerario de lo deseable. El gran reto es construir una agenda programática posible para Veracruz rumbo a 2030, una agenda transversal que permita la consecución de las metas para que estas no se queden en el cajón de las buenas intenciones.
Es posible asegurar la correcta distribución de los recursos públicos, las prácticas de producción eficiente, impulsar campañas educativas de salud integral en la población para prevenir las comorbilidades que hoy fustigan la vida de muchos veracruzanos. Es posible atender enfáticamente el empobrecido razonamiento verbal y matemático de los estudiantes como habilidades esenciales del pensamiento, al tiempo que se mejora la infraestructura escolar y la precariedad de la educación indígena y migrante. Es posible impulsar la educación para la paz con perspectiva de género, incentivar la inversión nacional y extranjera, la sostenibilidad de las pequeñas y medianas empresas y la inclusión laboral de las personas con vulnerabilidad. Es posible diseñar políticas públicas que impulsen el uso de tecnologías verdes y la planeación de ciudades inteligentes. Es posible gestionar alianzas estratégicas con los sectores productivos mediante un enfoque de desarrollo sostenible y al mismo tiempo combatir la corrupción institucional.
En suma, un Veracruz mejor es posible. Para lograrlo, hay que escuchar a la sociedad en su conjunto, a académicos, a colectivos, a las y los ciudadanos que tengan algo que aportar para que Veracruz active su capacidad de potencia en el Golfo. Hacemos un llamado al Congreso de Veracruz para que convoque a un ejercicio de Parlamento Abierto y organice foros regionales y sectoriales, cuyas relatorías se traduzcan en compromisos formales para alcanzar un Veracruz de avanzada en 2030. Los próximos diez años ya comenzaron.